La historia del astronauta que vio un tesoro desde el espacio y lo ocultó hasta antes de su muerte | AETB

Durante las primeras misiones tripuladas al espacio, en el marco de la Carrera Espacial, cada nuevo lanzamiento era una aventura, un riesgo y un valioso proceso de aprendizaje, tanto para los astronautas como para las agencias espaciales (en este caso, USA y la URSS). Durante cada nueva misión los objetivos eran, básicamente obtener nuevos conocimientos respecto a los viajes espaciales para aplicarlos en los futuros lanzamientos y también poder “espiar” desde el espacio, algo que dada la altitud se le podía sacar provecho.

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Dentro del programa Mercury, el primer proyecto de lanzamientos tripulados de Estados Unidos, los astronautas seleccionados para las misiones tenían como objetivos recopilar la mayor cantidad de información durante el despegue, órbitas y reingreso a la Tierra; eran necesarios todos esos datos pues el objetivo era poder enviar misiones a la Luna antes de que termine la década y vencer al rival.

Los “Mercury Seven”, el grupo de siente astronautas seleccionados para las misiones Mercury. Crédito: NASA.

Uno de los miembros de los “Mercury Seven” fue el astronauta Gordon Cooper, quien voló en la misión Mercury-Atlas 9 a bordo de la cápsula Faith 7 en mayo de 1963. Cooper había recibido la indicación de tomar fotografías durante todo el tiempo que se mantuvo en órbita (completó 22 vueltas a la Tierra) en busca de posibles sitios de lanzamientos de misiles nucleares; y así lo hizo durante las 34 horas que estuvo en el espacio.

Pero lo que se le hizo muy extraño a Cooper fue que además de las fotografías que iba registrando, los instrumentos de su nave recibían lecturas muy extrañas, que él como astronauta entrenado (además de tener una excelente vista) sabía que no eran en absoluto sitios de lanzamientos de misiles. Cooper entendía que dichas lecturas podían corresponder a objetos metálicos mucho más pequeños que instalaciones militares nucleares, y que además se encontraban en el fondo del mar. Haciendo algunas observaciones de los lugares donde parecían estar estos extraños objetos, notó que se encontraban en una zona que antiguos comerciantes españoles utilizaban para navegar, y no tardó en llegar a la conclusión que su hallazgo era parte de algún tesoro perdido bajo el mar.

Cuando fue el momento de volver a tierra luego de orbitar en numerosas ocasiones la Tierra, Cooper decidió no informar a la NASA de su descubrimiento y dedicarse a elaborar un mapa con la ubicación exacta de este supuesto tesoro. No fue hasta antes de su muerte en 2004 cuando decidió contar su valioso secreto al famoso cazador de tesoros Darrell Miklos, quien era amigo de Cooper.

Fotografía de Gordon Cooper con su traje espacial. Crédito: NASA.

Teniendo el mapa de Cooper en su poder, Miklos decidió primero consultar con un equipo de expertos retirados de la NASA quienes le confirmaron que la capacidad visual del astronauta en aquel momento era sencillamente perfecta. Ya con este dato el cazador de tesoros se dispuso a reunir todo el equipo y financiación necesaria para llevar a cabo su misión de búsqueda del tesoro.

El caso se hizo bastante popular y comenzó a generar gran expectativa entre la gente. Miklos y su equipo fueron hasta las ubicaciones que Cooper había marcado en su mapa esperando encontrar algún barco hundido que tuviera en su interior un gran tesoro. Lamentablemente el equipo no encontró precisamente lo que esperaba, pero en su lugar si hallaron algunas monedas de oro, cañones y un barco inglés de Sir Francis Drake (año 1500).

En el mapa de Cooper habían hasta 11 ubicaciones donde encontrar los “tesoros”, pero al momento de explorarlos solo se encontraron algunos objetos que de todas formas guardan mucho valor histórico.

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