Cuando estos dos hombres del espacio despegaron de la Tierra (cada uno en su respectiva misión) seguramente no pensaron que serían protagonistas de una de las historias más curiosas en la exploración espacial, y que además presenciarían desde fuera del planeta un acontecimiento histórico que de una u otra forma influiría en sus vidas, la cual desde entonces no volvería a ser la misma nunca. Esta aventura es digna de una película: dos seres humanos que viajan al espacio, que al regresar se encuentran con una realidad diferente a la que dejaron, y lo único que les queda es adaptarse y acostumbrarse. Estos dos cosmonautas son Serguéi Krikaliov y Alexandr Vólkov. Veamos la historia.

De los dos, Krikaliov fue el que partió primero de la Tierra, lo hizo como parte de la tripulación de la misión Soyuz TM-12 el 18 de mayo de 1991, junto con su compatriota Anatoli Artsebarski. Su destino era lógicamente la estación espacial soviética Mir (que en español significa Paz o Mundo), el primer laboratorio en órbita de toda la historia diseñado para mantenerse habitado permanentemente.

La Mir fue el último y uno más grandes logros del programa espacial soviético (previamente marcaron importantes hitos también) y se mantuvo operativa durante 13 años, muchos más de los 5 que inicialmente se había proyectado. Fue ensamblada en órbita mediante módulos que iban siendo enviados misión tras misión. Su implementación le tomó a la Unión Soviética aproximadamente 10 años, siendo lanzado el primer módulo en 1986. Sucesivamente se enviarían el resto de secciones hasta estar completa en 1996. Sin embargo desde que comenzó su ensamblaje, siempre estuvo habitada (aclaro esto para evitar el pensamiento de que probablemente hubiera estado vacía hasta finalizada su construcción).

Volviendo a la historia de los protagonistas de esta nota, recordemos que dijimos que Krikaliov despegó de la Tierra en mayo de 1991. Su compañero Aleksandr Volkov partió hacia la Mir el 2 de octubre de ese mismo año, acompañado de Toktar Aubakirov y Franz Viehböck como parte de la tripulación de la misión Soyuz TM-13. Dos días más tarde ya se encontraban a bordo de la Mir junto con sus compañeros que ya llevaban ahí casi cinco meses (entre ellos Krikaliov, por supuesto).
A los pocos días, el 10 de octubre, aterriza en Kazajistán la Soyuz TM-12 trayendo de regreso a la Tierra a los cosmonautas Artsebarski, Aubakirov y Viehböck; de esta forma los únicos representantes soviéticos a bordo de la Mir eran Krikaliov y Volkov.
Pero aquí es donde comienza lo verdaderamente interesante. Mientras estos cosmonautas orbitaban la Tierra varias veces por día observando la belleza de nuestro planeta, y la inmensidad y oscuridad del universo a través de las ventanilla de la Mir, en tierra la historia era muy diferente ya que su nación, en la que habían nacido, crecido y vivido, estaba en sus últimos días, a punto de desaparecer para siempre, y ellos estaban a unos 400 kilómetros sobre la superficie observando de lejos sin poder hacer nada.
Y es así como luego de un golpe de estado sucedido en agosto de 1991, la resquebrajada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se disuelve oficialmente el 31 de diciembre de ese mismo año, con todos los problemas sociales, políticos y económicos que ello significó para las autoridades y los ciudadanos que ahora dejaban de ser soviéticos y pasaban a tener diferentes nacionalidades.

Mientras todo esto pasaba, Krikaliov y Volkov seguían a bordo de la Mir sin saber cuándo podrían finalmente volver a tierra, ya que la administración y presupuesto del programa espacial soviético también sufrió los estragos de la disolución de la URSS. Se podría decir incluso que literalmente estuvieron abandonados durante varios meses en el espacio. De película, ¿cierto?
Unos meses después ya en marzo de 1992, la nave Soyuz TM-14 se acopló exitosamente a la Mir, la cual había pasado de ser administrada por la disuelta Unión Soviética a manos de la recién estrenada Rusia. Dicha misión fue la primera en la historia que despegó oficialmente hacia la Mir bajo bandera rusa. Luego de unos días en los que la nueva tripulación se adaptaba, intercambiaba experiencias y “ponían al día” a los dos cosmonautas que habían estado ahí durante varios meses, Krikaliov y Vólkov volvieron a la Tierra el 25 de marzo de 1992 a bordo de la nave Soyuz TM-13.

Pero llegaron a un nuevo país, que apenas tenía tres meses de existencia. La nación en la que nacieron, crecieron, vivieron y desde donde despegaron algunos meses atrás ya no existía, y ahora ya no eran soviéticos, sino rusos. Era un mundo diferente y tenían que adaptarse (no exagero al decir esto). Fue tanto así que durante su vida como soviéticos nunca les faltó nada en casa, tenían ingresos muy por encima del ciudadano soviético promedio, eran de un nivel socioeconómico bastante bueno; pero con la disolución de la URSS la moneda se disparó, lo que eso hizo que sus familias se volvieran pobres y que tuvieran dificultades económicas. Vólkov y Krikaliov tuvieron que adaptarse a este y muchos otros cambios.
Con su hazaña espacial estos dos hombres pasaron a la historia por varios motivos a la vez. Vólkov fue el último cosmonauta soviético en viajar al espacio. El 1 de enero de 1992, al día siguiente de la disolución de la URSS, tanto Krikalov como Vólkov se convertirían en los primeros cosmonautas rusos de la historia. Y a causa de que presenciaron la disolución de la URSS desde el espacio, se les considera los últimos ciudadanos soviéticos, y también los últimos cosmonautas soviéticos en el espacio.